Los espacios
colectivos desde los centros culturales y espacios libres hasta los centros
comerciales y de ocio, se prevén como nuevos focos de atracción económica,
poblacional y turística.
Nuevas ciudades
o núcleos económicos comienzan a girar, incluso monotemáticamente, en el
entorno del ocio. (Pongamos por caso el parque de Port Aventura, que en sólo un
año de funcionamiento se erigió como nuevo núcleo vertebrador y de atracción
económica del territorio catalán y del corredor mediterráneo.
Espacios
urbanos y parques de grandes dimensiones externos a las ciudades, tanto si son
reservas naturales como grandes concentraciones lúdicas forman ya parte de la
demanda de los ciudadanos como lugares de relación y entretenimiento y se
configuran como espacios de nueva centralidad.
Frente a esta
creciente demanda de espacio libre, es el momento de plantearse y analizar
todas aquellas causas que hacen que los espacios públicos sufran un deterioro
progresivo y las soluciones para evitarlo. Las intervenciones en este ámbito
son progresivamente más complejas y piden cada día un más alto nivel de calidad
en los resultados.
Campos
frecuentemente desligados e incluso olvidados como son los proyectuales, los
conocimientos técnicos especializados en la arquitectura, la ingeniería y el
urbanismo, la investigación y el control de obra, el mantenimiento y la
gestión, los tenemos que comprender totalmente interrelacionados y coordinados.
El arquitecto
con su visión globalizadora y formación generalista es el profesional idóneo
para conseguir esta unión completa entre la ambición formal y la solvencia
técnica y de gestión.
En toda obra de
arquitectura y puede que más en la realización de los espacios públicos que en
ninguna otra, debemos tener presente que la tarea del proyectista debe
contemplar no solamente su intervención e influencia hasta el final de la obra,
sino que vaya más allá de la inauguración y la fotografía. Se debe dotar a toda
la obra proyectada de los elementos y medios necesarios para que pueda
desarrollar una vida propia desde el momento clave de su puesta en escena y que
la interrelacione positivamente con el usuario. Así pues, toda la intervención
debe contar antes con una buena programación y estudios previos según el uso al
que se destinará, que determinen la idoneidad de ejecución y mantenimiento de
acuerdo con los costes que se deriven de las respectivas acciones. El proyecto
de obra que se redacta tiene que analizar los materiales y sistemas utilizados
y resolver técnicamente todos sus detalles de manera que se adapten a estas
previsiones con una máxima sencillez, flexibilidad y orden y posibiliten
cambios y adaptaciones del uso a las nuevas exigencias imprevisibles.
El análisis de
las acciones, a la cual estarán sometidas las diferentes partes de la
intervención y la capacidad de respuesta para soportarlas condicionarán y
determinaran las soluciones finales. Así se debe prever al máximo las acciones
directas a causa del vandalismo y las condiciones extremas naturales y de uso
que puedan darse, tener cuidado especial para posibilitar cambios y
ampliaciones en el tiempo, sobre todo en las infraestructuras, facilitar la
información necesaria para conseguirlos y establecer los controles de
seguimiento del mantenimiento, no solamente de las instalaciones, sino también
del mantenimiento cualitativo de la globalidad.
Por otro lado,
es conveniente hacer un esfuerzo cada vez que proyectamos, de no volver a
inventar todos los elementos que se utilizan en el proyecto, si no es para
mejorar las condiciones de los ya existentes en el mercado. Solamente cuando no
sea así tendremos que inventar o diseñar elementos nuevos, pero incluso
entonces debemos conseguir un producto que pueda desarrollarse, competir y
comercializarse conjuntamente con los de su ámbito.
Cualquier
elemento o sistema que no respete estas premisas se debe entender como singular
y exclusivo y se deberá prever un coste más alto para su posterior
conservación.
Los proyectos
desde el momento de su redacción deberían posibilitar mediante un estudio y una
dotación económica exclusivas, el desarrollo de un plan de mantenimiento
operativo. Este debería establecer los criterios técnicos de conservación,
sistematizar las intervenciones que se tienen que realizar a lo largo del
tiempo, determinar la vida útil de sus elementos, elaborar un programa de
conservación mediante la adopción de decisiones críticas sobre la distribución
de los costes de las operaciones, reparaciones, modificaciones y control de los
sistemas y equipamientos y determinar el equipo humano con competencias
responsables, coordinado con las estructuras de mantenimiento existentes en el
ámbito público.
Este es el
primer paso hacia un mantenimiento preventivo, considerablemente ventajoso
respecto a los sistemas simples de reposición y reparación que predominan
actualmente. Entre estas ventajas podemos destacar la mejor imagen y calidad
ambiental conseguidas, la mejor organización en la tarea de mantenimiento y los
costos económicos totalmente controlados, la vigilancia permanente del estado
de las instalaciones y elementos, la carencia de periodos de tiempo sin
funcionamiento hasta que se repara, el menor nivel de vandalismo y de
inseguridad ciudadana y como consecuencia una vida útil más larga.
Complementando
todo esto con nuevas fórmulas de gestión y financiamiento más conectadas y
responsabilizadas en el lugar concreto, podemos garantizar un correcto
mantenimiento de los espacios públicos.
Es innegable
que existe una interacción directa entre el proyecto previo a la realización de
la obra y el mantenimiento y gestión posteriores a esta. El proyecto debe
reconocer las condiciones para mantener.
El
mantenimiento debe saber preservar y desarrollar las ideas proyectadas. Aceptar
esto nos coloca frente a un nuevo campo que tiene que asumir la arquitectura y
que nace de considerar los espacios públicos y, por extensión, el resto de
espacios colectivos y edificaciones como sistemas dinámicos para disfrutar al
largo del tiempo y no como intervenciones estáticas ajenas a los usuarios y los
acontecimientos de su entorno.
Artículo publicado en “INFORMACIÓ I DEBAT” en enero de 1996
Autores: Jaume Arbona i Antoni Balagué
OAS Oficina de Arquitectura, Ingeniería y Urbanismo SLP
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