miércoles, 16 de octubre de 2013

EL MANTENIMIENTO DE LOS GRANDES ESPACIOS PÚBLICOS

Las ciudades deben ofrecer, entonces, sistemas de respuesta para los ciudadanos en su tiempo libre y tienen que adaptarse a estas nuevas exigencias.

Los espacios colectivos desde los centros culturales y espacios libres hasta los centros comerciales y de ocio, se prevén como nuevos focos de atracción económica, poblacional y turística.

Nuevas ciudades o núcleos económicos comienzan a girar, incluso monotemáticamente, en el entorno del ocio. (Pongamos por caso el parque de Port Aventura, que en sólo un año de funcionamiento se erigió como nuevo núcleo vertebrador y de atracción económica del territorio catalán y del corredor mediterráneo.

Espacios urbanos y parques de grandes dimensiones externos a las ciudades, tanto si son reservas naturales como grandes concentraciones lúdicas forman ya parte de la demanda de los ciudadanos como lugares de relación y entretenimiento y se configuran como espacios de nueva centralidad.

Frente a esta creciente demanda de espacio libre, es el momento de plantearse y analizar todas aquellas causas que hacen que los espacios públicos sufran un deterioro progresivo y las soluciones para evitarlo. Las intervenciones en este ámbito son progresivamente más complejas y piden cada día un más alto nivel de calidad en los resultados.

Campos frecuentemente desligados e incluso olvidados como son los proyectuales, los conocimientos técnicos especializados en la arquitectura, la ingeniería y el urbanismo, la investigación y el control de obra, el mantenimiento y la gestión, los tenemos que comprender totalmente interrelacionados y coordinados.

El arquitecto con su visión globalizadora y formación generalista es el profesional idóneo para conseguir esta unión completa entre la ambición formal y la solvencia técnica y de gestión.

En toda obra de arquitectura y puede que más en la realización de los espacios públicos que en ninguna otra, debemos tener presente que la tarea del proyectista debe contemplar no solamente su intervención e influencia hasta el final de la obra, sino que vaya más allá de la inauguración y la fotografía. Se debe dotar a toda la obra proyectada de los elementos y medios necesarios para que pueda desarrollar una vida propia desde el momento clave de su puesta en escena y que la interrelacione positivamente con el usuario. Así pues, toda la intervención debe contar antes con una buena programación y estudios previos según el uso al que se destinará, que determinen la idoneidad de ejecución y mantenimiento de acuerdo con los costes que se deriven de las respectivas acciones. El proyecto de obra que se redacta tiene que analizar los materiales y sistemas utilizados y resolver técnicamente todos sus detalles de manera que se adapten a estas previsiones con una máxima sencillez, flexibilidad y orden y posibiliten cambios y adaptaciones del uso a las nuevas exigencias imprevisibles.

El análisis de las acciones, a la cual estarán sometidas las diferentes partes de la intervención y la capacidad de respuesta para soportarlas condicionarán y determinaran las soluciones finales. Así se debe prever al máximo las acciones directas a causa del vandalismo y las condiciones extremas naturales y de uso que puedan darse, tener cuidado especial para posibilitar cambios y ampliaciones en el tiempo, sobre todo en las infraestructuras, facilitar la información necesaria para conseguirlos y establecer los controles de seguimiento del mantenimiento, no solamente de las instalaciones, sino también del mantenimiento cualitativo de la globalidad.

Por otro lado, es conveniente hacer un esfuerzo cada vez que proyectamos, de no volver a inventar todos los elementos que se utilizan en el proyecto, si no es para mejorar las condiciones de los ya existentes en el mercado. Solamente cuando no sea así tendremos que inventar o diseñar elementos nuevos, pero incluso entonces debemos conseguir un producto que pueda desarrollarse, competir y comercializarse conjuntamente con los de su ámbito.

Cualquier elemento o sistema que no respete estas premisas se debe entender como singular y exclusivo y se deberá prever un coste más alto para su posterior conservación.

Los proyectos desde el momento de su redacción deberían posibilitar mediante un estudio y una dotación económica exclusivas, el desarrollo de un plan de mantenimiento operativo. Este debería establecer los criterios técnicos de conservación, sistematizar las intervenciones que se tienen que realizar a lo largo del tiempo, determinar la vida útil de sus elementos, elaborar un programa de conservación mediante la adopción de decisiones críticas sobre la distribución de los costes de las operaciones, reparaciones, modificaciones y control de los sistemas y equipamientos y determinar el equipo humano con competencias responsables, coordinado con las estructuras de mantenimiento existentes en el ámbito público.

Este es el primer paso hacia un mantenimiento preventivo, considerablemente ventajoso respecto a los sistemas simples de reposición y reparación que predominan actualmente. Entre estas ventajas podemos destacar la mejor imagen y calidad ambiental conseguidas, la mejor organización en la tarea de mantenimiento y los costos económicos totalmente controlados, la vigilancia permanente del estado de las instalaciones y elementos, la carencia de periodos de tiempo sin funcionamiento hasta que se repara, el menor  nivel de vandalismo y de inseguridad ciudadana y como consecuencia una vida útil más larga.

Complementando todo esto con nuevas fórmulas de gestión y financiamiento más conectadas y responsabilizadas en el lugar concreto, podemos garantizar un correcto mantenimiento de los espacios públicos.

Es innegable que existe una interacción directa entre el proyecto previo a la realización de la obra y el mantenimiento y gestión posteriores a esta. El proyecto debe reconocer las condiciones para mantener.

El mantenimiento debe saber preservar y desarrollar las ideas proyectadas. Aceptar esto nos coloca frente a un nuevo campo que tiene que asumir la arquitectura y que nace de considerar los espacios públicos y, por extensión, el resto de espacios colectivos y edificaciones como sistemas dinámicos para disfrutar al largo del tiempo y no como intervenciones estáticas ajenas a los usuarios y los acontecimientos de su entorno.

Artículo publicado en “INFORMACIÓ I DEBAT” en enero de 1996
Autores: Jaume Arbona i Antoni Balagué 
OAS Oficina de Arquitectura, Ingeniería y Urbanismo SLP

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